miércoles, 24 de marzo de 2010

La ciudad de la furia


Caminamos por la inmensa calle. Sonidos espléndidos. Subimos hasta encontrar la pequeña librería. Era un lugar desconocido, pero al llegar, todos nos identificamos con el sitio. La Ciudad de la Furia, decía en la entrada. Había una cantidad enorme de libros, de ciudades como dijo Andrés. Andrea fascinada por el inmenso estante se sentó contemplando tanta maravilla. Tantos pasos andados y por fin descansar en algún banco, en la otra calle, donde cruzaban los carros y la gente miraba sin sorprenderse de nuestra actitud. Nuestras palabras se volvían ininteligibles, y nuestras preguntas eran frases vulgares. No nos entendían, de repente nos encontrábamos en un sitio extraño, inexplorado, con calles llenas de cafés sin clientes y personas que dormitaban en los parques. La librería, el lugar que buscábamos con ansias no era otra cosa más que una casucha con un montón de papeles gastados. ¿Dónde estábamos? De repente Andrea se topa con un cartel: La Ciudad de la Furia. Librería. 1895.

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