domingo, 30 de octubre de 2011

Cosas

Hasta el infinito de las palabras no llegaremos. Así lo digo y así será. Todas las cosas que nombremos serán las mismas, pero luego cambiarán y se convertirán en lo que nunca quisimos que fueran. La vida es complicada; son puras palabras. Estar aquí, ir allá; buscar las cosas necesarias para una vida feliz. Felicidad. Tan anhelada y buscada que en cada caso, en cada persona la felicidad se resume en dinero. Para mí la felicidad es una sonrisa que respira bajo la luz de una mirada. Tan sencillo como eso. Y hermoso. Que hay que trabajar duro para obtener lo que se quiere, sí. Pero que eso redunde en satisfacciones personales y que todas esas posesiones lo hagan feliz a uno... habrá que preguntarle a los que las tienen. 



viernes, 14 de octubre de 2011

Desilusiones

Para Jenny   M. 
Por si lee esto.


Era tarde por la noche. Hablábamos de lo que se nos ocurría. Las clases, los bares, literatura, poesía, política, religión. En fin hablábamos de la vida y de la posibilidad de algún día tomarnos un café, como dios manda. Pero el café nunca llegó. Se hizo tarde y ambos sabíamos que teníamos que marcharnos. Lo que no sabíamos era que esa despedida iba a ser la última de una serie de despedidas que terminarían con la nostalgia y el sinsabor de no poder decir las palabras que ambos anhelábamos. Al fin y al cabo eran pocas, pero entre nosotros había un pacto secreto de no decirlo. Por eso ambos callábamos. Ahora, en retrospectiva, puedo recordar esa noche después del teatro. Ambos en el boulevard, esperando a que dejara de llover, porque si no nos ensopábamos, como dice ella. Una expresión que me gusta mucho, porque literalmente, cuando uno se moja se vuelve sopa. O tal vez por el sopor que la lluvia produce, qué sé yo... esa expresión siempre me ha gustado, y más cuando ella la dice, porque es de ella. Hasta el día de hoy no he vuelto escuchar decir a nadie "me voy a ensopar con la lluvia que está cayendo". Sólo ella, porque es su manera como de niña de decir las cosas.

  Su manera de hablar es metafórica. Recuerdo el día que le dije lo de la sonrisa de colibrí. Se quedó mirando al cielo, pensando en la frase para luego decir con un gesto gracioso un me gusta que sólo ella sabe decir, con su mirada baja, como contando las flores o las hormigas o lo que hubiera en el piso. Por eso todas las cosas que hablábamos están guardadas en un lugar predilecto de mi memoria. Ella dice que no, pero yo digo que sí, que cabe la posibilidad, pero ella lo niega hasta el punto de dejar de hablar de muchas cosas de las que solíamos hablar. Ya no hay encanto en las conversaciones, sólo silencios quedos y miradas despistadas, como con ganas de no estar ahí, y el café enfriándose. Eso es lo paradójico, el café. Tanto tiempo anhelando tomar un café como dios manda, y ahora que lo podemos hacer ya no sabemos qué decir. Atrás quedó la sonrisa de colibrí, las noches entre faroles y boulevares, las palabras de aliento. Todas las posibilidades de vernos de nuevo estaban siendo poco a poco minadas por la incertidumbre de lo que haríamos con nuestras vidas. Sin duda íbamos por distintos caminos, explorando nuevas certezas, pero siempre con los mismos temores y las mismas inquietudes. 


  Ahora, de vez en cuando nos llamamos amigos, y nos sentamos donde nos encontremos, con muchas cosas qué decir, pero siempre surgen las típicas palabras, el saludo, el cómo estás, su respectiva respuesta y la despedida. Ya no somos los mismos de antes. Los temores han crecido, y la desesperanza aún más. Y si nos miramos al espejo podemos ver toda la tristeza que nos envuelve, y podemos imaginarnos el uno al otro al otro lado de nuestras vidas contemplando todas nuestras desilusiones.