martes, 11 de noviembre de 2014

Cuarenta y Tres

43 son los nombres, miles los desaparecidos. Rostros que se despiden un día y que nunca más se volverán a ver. Cuarenta y tres y miles más victimas de la ambición y codicia, por reclamar lo que les pertenece, por no pensar igual al estamento corrupto y gobernante. Mientras se llenan los bolsillos y se hacen los locos hay Cuarenta y tres y miles que gritan por ellos, por los que no están; porque se supone que debieron ser protegidos pero fueron vendidos. Hay miles que no se cansan por su derecho a que se les devuelva lo que les pertenece. En este mundo son Cuarenta y tres y Miles quienes andan en las sombras mientras sus verdugos sonríen frente a las cámaras.

jueves, 9 de octubre de 2014

Mr. Nobody

Escribir con las vísceras, insertar las palabras como
 si fueran puñaladas y dejar el alma pegada en el piso, 
arriesgarnos a destrozarnos a nosotros mismos, como ¿caníbales? 
Sí, caníbales literarios. Tenemos el poder para armarnos
 y decir que estamos aquí, en medio de la nada, 
que alcen sus caras y nos vean. 


Somos nadie. Somos todos. Somos el reflejo de años y décadas de desamparo y descuido. Aquí estamos, en medio del mundo, en bares y oficinas, vistiendo trajes; chóferes y hombres de negocios. Todos somos uno. El mundo nos necesita, aunque no lo sepan. Somos el orden en medio del caos, lo que nadie se puede imaginar, lo hacemos. Todos somos nadie. Deambulamos por plazas y mercados sin que la gente nos note. Merodeamos por las bibliotecas públicas y recintos universitarios, sonreímos afablemente y miramos... esperamos. Creamos el caos para mantener el orden. Tratan de vigilarnos, pero siempre nos escabullimos. Estamos inmersos en este mundo lleno de psicópatas y pedantes. Nadie nos dice lo que debemos hacer. Somos nadie, la idea reiterativa de lo que se comenta en las noticias acusando a otros. Nadie es culpable, sólo la masa servil que va de un lado a otro siguiendo ordenes, y nosotros somos el caos de ese orden. Somos todos, somos nadie, somos Tayler Durden.


Basado en la novela
"the fight club" 
de Chuck Palahniuk.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Barquitos de papel

Ir sin rumbo fijo y desembarcar en la bahía de los sueños...

Lo mejor que podemos hacer es mirar por la ventana y esperar a que escampe. Es curioso ver algunos barquitos de papel navegando por la calle. Al verlos, me pregunto a dónde irán a parar. Recordé los cuentos que inventábamos en torno a ello: un marinero contento porque al fin iría a casa, o en busca de aventuras; el deseo de todo niño con mucha imaginación: surcar los siete mares y enfrentarse con monstruos y encontrar tierras fantásticas o llegar hasta donde duerme el sol. Por eso navego sin rumbo fijo, esperando a que la tormenta amaine para poder izar de nuevo las velas.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Último adiós al de De Música ligera

Mucha gente se ha sentido conmocionada por lo acontecido: la muerte de Gustavo Cerati. No soy la excepción. Pero a veces muchos se preguntan por qué la gente se conmociona por la muerte de alguien a quien ni siquiera hemos conocido. Y es verdad. Yo no sé nada sobre Cerati, pero la cuestión estriba en sus canciones. Ahí es donde entra nuestra conmoción, porque muchos se han sentido identificados con una letra, una frase, una nota musical, sus rifs de guitarra. Cerati, al igual que muchos cantantes, artistas y escritores, han dejado huella en el mundo, en la gente común que va por las calles tarareando una de sus canciones, de los jóvenes que ensayan vez tras vez para hacer un cover, y de los escritores que hallan una frase para crear un cuento, un poema o incluso una novela.

  En mi caso, después de haber leído Fervor de Buenos Aires, de Jorge Luis Borges, inmediatamente pensé en La Ciudad de La Furia. Borges describe calles, lugares, momentos; y yo no dejé de pensar que las calles azules de las que habla esa canción sea La Calle Desconocida, poema de Borges donde se describe magistralmente una calle desconocida o ignorada y ¿por qué no? inventada por el poeta. Desde ese momento, tanto la canción de Soda como el poema de Borges me rondaban con tanta frecuencia que se me ocurrió una frase:  La Biblioteca Nocturna de Buenos Aires.

  La idea de escribir algo con ese título me animaba tanto que no sabía que escribir, y cuando empezaba a escribir algo, me daba cuenta que no era eso lo que quería escribir. De pronto me di cuenta que eran cosas distintas, que la idea y la canción y el libro no eran una sola. Por eso escribí dos relatos sostenidos bajo esa idea, bajo el hechizo de la canción y el deseo de encontrar algo misterioso que no sabía si concretaría o no.

  A decir verdad, no sé si haya concretado algo. Aún la idea me ronda la cabeza, y más aún después de lo de Cerati. Hay cosas que a uno lo hacen reaccionar, y la muerte es una de ellas. Sí, ya no están; Cerati, Borges, Spinetta, García Márquez, Cortázar, Simón Díaz y otros tantos que marcaron nuestras vidas, crearon personajes y nos dejaron un fervor para hacer lo que hacemos, con la furia necesaria aún si sentimos que el mundo se derrumba a nuestro alrededor.

  Ahora no están los hombres, sino las leyendas y las palabras que dejaron. Un camino que seguir.Aquí mi pequeño homenaje a esos dos. Todavía tengo pendiente escribir sobre la Biblioteca Nocturna de Buenos Aires, pero mientras dejo esto, un esbozo de lo que alguna vez quisiera escribir. La Biblioteca Nocturna y La Ciudad de la Furia.

Gracias Totales Maestro




sábado, 30 de agosto de 2014

Futurama



Evitar el futuro a las catorce treinta de cualquier mediodía de febrero
viajar en vagones de papel a la velocidad feroz de la imaginación
pronta a crear caos -un agujero negro antes de que llegue la primera tormenta de noviembre-
extender los brazos para recibir a los amigos callados y caídos
unos por la tragedia vivida y otros porque ya no se levantarán más
En torno al fuego la ciudad arde vibrante en plena melodía de rock pagano
y discursos van y vienen mostrando la bondad de la noche
lo silencioso de la felicidad percibida en cada esquina por el azote de las balas
que van y vienen sin retorno y sin dueño aparente
Porque nada es lo que parece y lo que se dice es pura invención de un absurdo
ser sumergido en el más profundo odio
Por eso las discrepancias y los azotes de fuego
las madrugadas a las tres y treinta antes del cañonazo de cualquier día de cualquier año

Aquí no hay nada que ver
circulen y sean felices
de lo contrario
pagarán las consecuencias.

viernes, 8 de agosto de 2014

Ideas

Trozos de papel. Garabatos de ida y vuelta. Se levanta del escritorio, va a la cocina y abre la nevera. Nada. Se siente ridículo, sobre todo al ver lo escrito. La sonrisa le cambia el semblante. Tantas historias sobre escritores que se angustiaban al mirar la hoja en blanco. Decidió no ser uno de ellos. Dejó la habitación y se fue a la sala. Al prender el televisor un reportaje de cierto escritor que murió porque no soportaba la idea del papel en blanco.



miércoles, 23 de julio de 2014

Adverbios

  Encuentro fascinante la manera en que las personas reflejan sus "pensamientos" en los medios más inexpresables. Es una tontería lo que estoy diciendo, ya medio mundo está hablando de ello. No, no quiero decir nada más de lo que dije, allá ellos si malinterpretan, tergiversan, distorsionan o inventan lo que yo digo. Cada quien es libre de hacer lo que quiera, ¿y quién soy yo para quitarles ese derecho?

  Recientemente leyendo un artículo me dí cuenta de las razones obtusas para seguir con la manía de malgastar el tiempo en caritas felices. Pero comprender lo obtuso no es fácil. aún así, a veces es mejor no dejar de escribir lo que ya está plasmado en el pensamiento, así que, ¿qué más da si todos los chacharos se pierden en el océano?

  Esa es la tormenta exacta. Hace años que se esperaba algo así, pero sería imprudente afirmarlo, no hasta que llegue a la costa.

  ¿Ves las manos y los pies? ¿Sientes los dedos y las caricias? ¿Puedes distinguir los colores? ¿O acaso te crees muy sabio para darte cuenta que no vives ni siquiera la cuarta parte de lo que debes vivir?

  Y pernoctar en la penumbra de la palabra, lo insondable del sueño, lo mismo de siempre y la continuidad de lo superfluo.

  Escribirte los mil y un poemas, y aún así no bastarían para decir Te Amo.

  En comparación con todo lo que anteriormente se ha escrito, esto no es nada.

  Ves las figuras que se mueven, las estrellas pernoctando en la galaxia, una lluvia de vez en cuando, lo maravilloso de todo esto,
¿y piensas que la nada lo es todo?

 Dijiste una vez que las cosas a veces mudan de lugar, tal como en el cuento de Liendo y en el de Garmendia. Como están las cosas, creo que es cierto, porque desde que llegué a este lugar, todo lo que había se ha ido, ya no está.

 God bless us evryone, y sé exactamente cómo se siente, y sin embargo, no me siento tan desamparado como crees.

 

  ¿Y confías en alguien a quien ni siquiera conoces? Ten cuidado y no te devore la computadora, a Lucas eso le pasó una vez, y cuenta que fue desagradable ver a tanta gente apiñada en un espacio tan reducido.

  ¿Por qué tantos adverbios? ¿No te alcanzan los que tienes para decir todo lo que quieres decir? ¿O es que quieres matar adverbialmente a los que alguna vez te lean? ¿Si es que acaso habrá alguna vez? ¿O si habrá alguien que te lea? ¿Habrá alguien? ¿Habrá?

miércoles, 9 de julio de 2014

Lucidez

Hay que ver, su rostro lo dice todo, y yo aquí, mirando cómo pasan las cosas. Lo peor es que tiene el descaro de negarlo todo; decir que no pasó cuando sabe exactamente que estaba viendo. De hecho, recuerdo bien que sus manos sujetaban un libro. La tapa era algo curiosa, tenía varios dibujos, pero nunca pude leer el título. Vi cómo las cosas cambiaban de sitio, y de repente, ya no estábamos en la habitación. Todo comenzó a dar vueltas... era como si el mundo girara, como si estuviéramos en jumanji, con la diferencia de que esto sí era real. A pesar del caos creado, pude reconocer todo: la cama, los libros, la biblioteca, el televisor y la radio mal sintonizada. Libros de Orhan Pamuk, Kafka, Tolstoi y un montón de escritores rusos y turcos de nombres impronunciables. Yo trataba de descifrar lo ocurrido. Pero, aunque todo parecía normal, sabía que las cosas no eran lo que aparentaban. Sus ojos se quedaron fijos, y luego tiró el libro por la ventana. Este se desvaneció. Al menos eso  pienso, porque cuando bajé a buscarlo, ya no estaba. A menos que esté exagerando y haya pasado alguien y se lo haya llevado.

  Cuando crucé la calle, noté que la vecina me miraba suspicaz, como si no me conociera. Y en efecto, cuando la saludé, hizo un gesto para nada agradable y se metió a su casa. Me miraba desde la ventana, con una sonrisa totalmente desconocida para mí. Por primera vez, durante mucho tiempo, me sentí perdido. Estaba en la misma calle, frente a la misma casa, mirando a la misma persona que conozco desde hacía mucho tiempo, pero en otro espacio, en otro sentido, como si estuviera en el mismo lugar pero a la vez en otro diferente. Puede que todo sea una confusión, qué sé yo. Pero con el pasar del tiempo esta normalidad se vuelve más sugestiva, monótona, y las cosas que de verdad importan se viven en otro lado. Por eso, cuando pregunté lo del libro y le dije todo lo que había pasado, me miró y sonrió con sorna, y lo negó todo, pero a la vez confirmándome que mis sospechas eran, y son ciertas.

viernes, 14 de febrero de 2014

Tres poemas

I
Cuando estalla el último suspiro
queda el adiós y tal vez el para siempre. 

Porque las pupilas se alejan más y más 
invocando toda la oscuridad del universo 
para dejar todo en silencio 
para que las palabras nunca mueran 
aunque el corazón se ausente.

Entonces la lluvia y todo el invierno 
se posan sobre el pecho que llora y maldice 
la hora 
pero no hay tiempo 

Cuando estalla el último suspiro 
queda una lágrima y un último beso.







II
El tiempo
ese sutil silencio 
que nos espera
y nos mira 
lleno de culpas y rencores
inexorable 
marca que nos deja
cicatrices que miran
un poema más
una sonrisa
              
              el vuelo de la noche.





III
Aún estando firme en esa decadencia pura 
y convertir la sonrisa en algo más 
y encontrar el agua llena de suspiros 
cuando el lamento se transforma en lluvia 
y nubes bordean las montañas 
cuando no queda más que mirar la aurora 
y los atardeceres fugaces 
cuando el sentido de la vida es muerte 
y ojos ocultan el dolor inmensurable 
porque somos polvo sin sentido 
caminos dispersos en no lugares 
y fuego que desola
porque es tan cálido el olvido 
cuando el último átomo se torne 
y seamos de pronto cenizas
o sólo la palabra subjetiva 
que cambará cuando seamos por 
fin este reducto lleno de insomnios y temores.




sábado, 11 de enero de 2014

Carta de un desesperado

Eran las tres treinta de la mañana. No podía conciliar el sueño, y a veces me levantaba de la cama para ir al baño o tomar agua. Por el pasillo, sobre los estantes estaban los libros. tomé uno y lo ojeé, y luego otro y así hasta terminar el recorrido. No sentía ninguna necesidad de leerlos. Solo los tenía allí, como meros adornos. A veces los miraba con cierto desprecio. Mi amigo, que venía a casa frecuentemente, me reprochó la idea de tener libros y no leerlos. No es que no los leyera, sino que estaba cansado de todo ello. La fatiga era tan intensa que a veces sentía desprecio por lo que hacía. Me decía cada cierto tiempo sobre la posibilidad de escribir uno de ellos, un libro. Esa posibilidad a veces me torturaba, me quemaba por dentro. Los nervios se enervaban cada vez que me encontraba solo, en la mesa y las hojas allí. Por lo general, tomaba mi abrigo y me iba calle abajo, o arriba, dependiendo del desgaste físico y mental. Por las noches no conciliaba el sueño. Siempre a las tres y treinta hacía el mismo recorrido, miraba los libros una y otra vez. Puede que sea algo enfermizo hacer todo eso, seguir el mismo patrón. Cuando leía los títulos, me quedaba pensando en el montón de palabras que había dentro. ¿Qué quería decir el autor? ¿Por qué tantas palabras? Entonces me dí cuenta que ninguno de ellos es un sabio ni un erudito, ni siquiera eso que llaman intelectuales. Eran y son personas con afán de contar algo, de escribir y escribir y figurarse en ese montón de palabras. Personas que necesitaban conjugar todos los verbos para poder dormir tranquilos en las noches y así estar en paz con ellos mismos y el mundo. A lo mejor haciendo eso ponían en orden las cosas. Pero yo, ¿qué quiero poner en orden? ¿a qué fantasmas quiero conjurar? Esas y otras preguntas me rondan cada vez que camino, cada vez que pienso en una historia; entonces me doy cuenta de que todo son palabras, palabras, palabras, pal...