sábado, 25 de junio de 2011

Requiém





Dejarlos vivir. Vivir. Que inhalen y exhalen su primera respiración. Verlos abrir los ojos y disfrutar de la celebración de una nueva vida. Por una nueva vida. Todo eso ocurre mientras esperamos. Porque no sabemos cuándo será su última exhalación, la última vez que lo veamos con vida. Si es que a eso se le puede llamar vida; si ese estado en el que se encuentra es idóneo para vivir. Esa postración, su convalecencia, su agonía; eso no es vivir. Su padecimiento es lento; su muerte, agónica. Mientras otros celebran, saltan y ríen y se abrazan; mientras sacan fotografías y contemplan felices ese nuevo ser -un varón- nosotros estamos aquí, conteniendo las lágrimas, mirándole el rostro ausente, con aires de despedida, como si nos fuera a decir que se va a morir, como si supiera que se va a morir. Cada uno lo mira, y se quedan con sus pensamientos. Los recuerdos se activan, los sollozos en los rostros. Un último adiós que no se pudo concretar. Los gritos y los llantos, la inmisericordia y el dolor. Adiós perplejo. Adiós infinito. Doloroso.

lunes, 13 de junio de 2011

El centro del mundo

Puedo aterrarme ante el caos. Sé que no pasará nada y que remotamente el lugar donde estoy no será atacado por nada ni nadie. Estoy seguro de ello. Vivir en el centro del mundo es garantía de que todo lo que uno cree que pasará no se compara con la tranquilidad de estar en medio de tanta lava y ceniza.

viernes, 3 de junio de 2011

Enigma

Poco fiable parece la mirada del tipo sentado en el bar. Y es que si uno lo mira detenidamente, su aspecto incita a la desconfianza. Todos saben cómo se llama, pero cuando un extranjero pregunta por su nombre, todos lo niegan. Que es un traficante, todos lo afirman pero nadie lo sabe. 


Así pasa el tiempo. El hombre, con la mirada fija en el ventanal que da hacia la calle parece meditar en algo. Sobre la mesa un libro con un título inusual, y a su lado, un cuaderno. Y cada vez que mira a alguien, le sonríe de la manera más descarada e intimidante.  Y cuando vuelve su vista al cuaderno, coge su lápicero y procede a escribir una historia donde nadie más que él es el único capaz de descifrar esa mirada enigmática que destella en sus ojos.