viernes, 21 de mayo de 2010

Escaleras


Saciar el insomnio. Descubrir las palabras atravesadas por el fuego y escribir un cuento: o la idea de un cuento. Bajar por las escaleras antes de la fuga y sentir la mirada de reproche; la advertencia previa de la infelicidad. Entonces permanecer bajo palabras hasta el cansancio y colaborar con la ruptura y decir adiós: el comienzo de un final. Para siempre. Saber si todo esto tuvo algún sentido. Todo eso mientras baja la escalera. Que va a buscar hielo; pero no regresará. Así es el cuento: el abandono de los poemas cuando ya no hay más nada que escribir. Porque todo se acabó. Hasta esto se acabó. No quedan sorpresas, porque ya se sabe lo que pasará. El llanto, la rabia, el dolor, la impotencia. Por eso dejó un poemita debajo de la almohada diciendo que el viento no sopla más/ hacia un jardín ya marchito.

viernes, 14 de mayo de 2010

Escrituras


Yo puedo escribir cosas sobre las que no sé escribir. Sobre todo porque no sé escribir. Si las palabras brotaran fácilmente. Tal vez no me involucraría en universos conspirativos. Pero no sé desdoblarme; no puedo ser otro sino yo y solamente yo. Material para un cuento o una novela. No sé a que aproximarme, y por eso tal vez me alejo. No veo las cosas que han pasado ni me pregunto por aquellas que pasarán. No me pregunto por el futuro. Leí un poema de Alejandra Pizarnik en el que ella escribe que parió al cuerpo poético y que ella salía de su propio vientre. Ella se paría cada vez que escribía; nacía y moría cada vez que escribía; se nacía y se moría. No llegó a los cuarenta años. Yo no me pregunto si llegaré a los cuarenta; no me preocupo en lanzarme a través del vértigo de la paranoia y reflejarme en ejemplos que me rodean.


P.D: a veces las expectativas se sujetan de metáforas vacías.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Tormenta


Está lloviendo desde hace rato. Los truenos son constantes y fuertes. Yo no sé si muchos de ellos son pasajeros destructores del silencio o mensajes premonitorios de alguna catástrofe. Aunque prefiero no hacer caso de supersticiones infundadas. Lo cierto es que la tormenta es fuerte; el techo está a punto de romperse por culpa de la furia del agua. Un rayo cerca y el estruendo del trueno que estremece a todos los que están a la expectativa de lo que irá a suceder, pues tienen miedo. Yo no tengo miedo. A pesar de la tormenta puedo escuchar la radio y leer un buen libro. Estoy sentado en la sala, solo.Entonces veo una figura que se me acerca. Yo sonrío. Ella sonríe. Porque es ella. Yo no me sorprendo que sea ella, pues quería verla, aunque sea verla pasar como un fantasma. Pero no es un fantasma, eso lo sé. Lo sé porque se me quedó mirando con una sonrisa hermosa, y al cerrar los ojos, ya no estaba allí

sábado, 8 de mayo de 2010

Frontera Negra.


Comenzamos a imaginar cosas. De repente, y en un breve espacio de tiempo, nos encontramos en la frontera negra. Tal vez comience a divagar con la descripción del lugar, por eso no me esforzaré en hacerlo. La cuestión es que la cabaña estaba muy oscura, el campamento abarrotado; el frío, infernal. No podíamos ver los rostros de los que nos acompañaban. por eso, para saber que estabamos allí decidimos conversar. Nadie creía que nos encontraramos en la frontera negra. Según decían algunos, las cosas allí solían mudar de lugar. Que de pronto las cosas no parecen ser en lo que luego se transfiguran. Se pueden ver pájaros que no son pájaros y serpientes con voces humanas, como en el jardín del Éden, comenta un extraño. Por eso, en la noche, aunque escuchamos las conversaciones ajenas, no hacemos caso, puede que sea esa línea la que nos traicione y nos trague. Tal vez todos esos rumores son falsos, tal vez sea el sueño el que nos engañe y no otra cosa. La frontera negra, de la que nadie- según dicen por acá- regresa.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El hombre busca la manera de llegar hasta allí. Todos lo contemplan. Algunos con cierta mirada atónita e incongruente. Otros tratan de entender lo qué hace; por qué lo hace nadie aún le encuentra una explicación. Sólo lo hace. Para él parece que es más que suficiente. Subir la colina por el puro gusto de subirla. Tanto trabajo sin ningún objetivo, piensan algunos. Así pasa. Es muy común ver esforzarse a alguien sin comprender por qué. Es el mero hecho de estar allí lo que vale la pena, dice la señora. Absurdo, completamente absurdo que ese hombre haya ido hasta ese lugar sólo para tomar una fotografía.