domingo, 10 de junio de 2012

Cicatrices

y aunque conquiste
el espacio.
Zapato 3


Otra vez suena el teléfono. Una, dos, tres veces. Y no contesta. Callada, busca la sombra de lo definitivo, de lo que escuchó esa mañana. Es muy probable que no entienda las razones. "Porque no hay razones", le escuchó gritar. Un grito desesperado, y de nuevo el teléfono: "quiero saber si estás bien, si necesitas algo, llámame". No vale la pena contestar las llamadas. No vale la pena escuchar a los demás lamentarse por lo sucedido. "No es tu culpa", ha escuchado decir durante el funeral. Un no es tu culpa tan reiterativo que por momentos creía que sí lo era. Todos los días compartidos, las miradas cómplices y los deseos de estar siempre juntos. Todo mentira. Las canciones, las miles de canciones que cantaban juntos: "amo lo que conozco", y los ojos brillantes como con ganas de adueñarse del mundo; "y lo que nunca tendré", y no sabía hasta qué punto eran verdaderas aquellas palabras. Y detiene la grabación. Lo que viene son puñaladas profundas que dejan cicatrices. Y no quiere pensar en ello.

y quedarse pensando en lo que pudo suceder pero no fue.

  "No hay razones". Todavía no entiende. "Si no habían razones entonces..." y se detiene antes de hacer la maldita pregunta absurda e ilógica. "Amo las estrellas que están en tus ojos", le dijo mirándola firmemente, mirándola para siempre. Porque ella nunca podrá olvidar esa mirada. De repente el llanto. Y las estrellas que se clavan en sus ojos en una noche fulgurante y de luz.

  Ella piensa en esa palabra en infinitivo: Amar. Porque si se ama entonces hay motivos para vivir; y si se vive es por amor. "Por favor llámame. Estamos muy preocupados por ti". Escucha la canción. Ella no cree en las dedicatorias ni en las canciones, pero igual la escucha porque lo escucha a él. "Y aunque conquiste el espacio, y supere mis límites". Ella cree que fue eso. "No hay razones". Superó sus límites, eso fue todo. Ella sabe que no fue su culpa. Ella lo quería; pero él superó sus límites. Y se fue. Viajó hasta el fondo del océano, algo así como su propio infierno. "Por favor lláma..."
Decide descolgar el teléfono. Total, es su dolor, y son esos ojos que ahora brillan en las estrellas, allá en el inmenso cielo.