lunes, 30 de abril de 2018

La transformación de Kafka



 Franz Kafka estaba allí esa noche, y nadie lo notó. Yo lo vi cruzar desde la cocina hacia el salón. Venía corriendo con tal rapidez que pasó desapercibido entre la multitud. Yo lo seguí, con la mirada expectante. Deseaba que pudiera llegar bien a su destino. Hasta que lo perdí de vista. En el grupo alguien hablaba sobre Gregorio Samsa. Yo no lo conocía; pero según contaban, un día se enfermó y no lo volvieron a ver. Contaban que tres hombres aseguraron haber visto un bicho en su habitación. La historia me pareció peculiar e insólita. “Nadie puede transformarse en un bicho; eso es algo imposible”. Yo recordé a Kafka, cuando lo volví a ver. Esta vez estaba en el techo, como escuchando nuestra conversación. Nadie notaba su presencia, y él tampoco quería ser reconocido. Lo saludé con la mano, y él clavó su mirada en mí. Estuvimos así durante un breve momento. Alguien aseguró que la hermana de Gregorio era la única que le proveía lo necesario para subsistir, pero que lo hacía más por piedad que por amor a su hermano. Al fin que Gregorio se murió. Nadie supo cómo. Unos afirmaron que fue por una enfermedad que sufría desde hacía tiempo; otros que porque se convirtió en un bicho y decidió morirse para no causarle más problemas a su familia. “Un acto de amor”, dijo uno. Dentro del grupo había un gran pesar. Creo que fue por la muerte de Gregorio o porque Kafka no aparecía por ningún lado. Alguien dijo que seguía enfermo. Todos callamos. De repente vi a Kafka; venía hacia nosotros cuando se escuchó un grito. Traté de llegar al sitio donde se formaba el alboroto, y al fin, después de tantos empujones y codazos, pude ver a un hombre en el piso. Al parecer estaba muerto. Todos lloraban. Era Kafka, quien había decidido transformarse para pasar desapercibido entre la multitud. Alguien lo pisó con su zapato pensando que era un bicho que trataba de ocultarse en algún sitio de la casa.