martes, 10 de octubre de 2017

Cuando nos volvamos imposibles...

Cuando nos volvamos imposibles
miraremos los espejos
revisaremos los años
Estrecharemos más el silencio
buscaremos el entorno perdido.
Cuando nos hagamos imposibles
pensaremos en todas las madrugadas
donde ladraban los perros y una que otra detonación
hacía detener el mundo.
Cuando nos volvamos etéreos
caminaremos por las sombras
besaremos las palabras nunca dichas
resguardaremos la dulzura de los besos
en nuestros corazones.
Cuando nos volvamos imposibles
renaceremos
Miraremos la luz del día
y estaremos sobre el pavimento
buscando el otro espejo
que nos devuelva el alma.


lunes, 28 de agosto de 2017

Casas Muertas: El olvido y la decadencia que se repite

Publicada en 1955, la segunda novela de Miguel Otero Silva (Venezuela, 1908 – 1985) narra los acontecimientos de un pueblo llamado Ortiz, ubicado en el estado Guárico, y que en su época fue la capital de dicho estado. El período que abarca va desde alrededor de 1890 hasta alrededor de 1930. La historia de este pueblo en decadencia nos es mostrada a través de Carmen Rosa, quien a medida que crece ve cómo todo su entorno se derrumba, y el golpe final fue la muerte de Sebastián. Precisamente con esto comienza la novela: “Esta mañana enterraron a Sebastián”[1], adentrándonos de esta manera en un relato lleno de recuerdos de un pasado que fue mejor frente a la realidad de un pueblo que se cae a pedazos. Así comienza una gran elipsis donde se nos narra, de una manera muy parecida a la de García Márquez, del esplendor de la Rosa de los llanos, de las fiestas a Santa Rosa, pero particularmente, de la tragedia personal de Carmen Rosa.


Pero primero debemos saber un poco del contexto histórico: para la época, después de tantas revoluciones y contrarrevoluciones, Venezuela llega a tener estabilidad política con la llegada al poder de Juan Vicente Gómez; esto, sin embargo, representó la opresión de la clase intelectual, y por otro lado, el abandono de la población; por algo el título de la novela no es gratuito; de hecho, al momento de escribirla, Miguel Otero Silva viajó al pueblo para recabar información, haciendo uso de su labor como periodista; de esta manera logra conservar parte de la historia de Venezuela, una historia velada para muchos, pues debido al aislamiento del país con el resto del mundo, y el aislamiento entre las regiones, Gómez vendía una imagen de país en progreso, mientras que en muchos pueblos, como este, la gente se moría debido al paludismo, y al abandono. Fueron miles de personas que murieron a causa de esta y otras enfermedades que, aunque tenían cura, por falta de medicinas no lograron sobrevivir. Nos dice el narrador que:

“La salida de aguas arrojó sobre Ortiz y sobre Parapara, sobre todos los caseríos contiguos, una implacable marea de fiebre y muerte que amenazó con borrar para siempre los rastros de aquellos pueblos”[2]

Casas muertas representa esa desidia en la que estuvo sumergida Venezuela durante muchos años, y que cobra vigencia en la actualidad al ser un reflejo de la desidia que estamos viviendo en estos tiempos, pero al igual que Carmen Rosa, que a pesar de todo el dolor que vivió, siempre queda esperanzas; Casas muertas nos cuenta la historia de una sociedad que recordaba sus años buenos, la frustración de la gente de no poder hacer nada, del abuso de autoridad; es un espejo al cual debemos mirarnos para entender mejor la coyuntura actual, la avidez de obtener el poder a costa de lo que sea, mientras que son los otros, los “Celestinos o Diego o José del Carmen”[3] quienes sufren.

Es por ello que es vital revisar de nuevo esta obra para mirarnos bien en ese espejo y lavarnos la cara, y entender que podemos volver del camino de Palenque.[4]

Nota: Este artículo fue publicado originalmente en Acracia pour les porcs, y lo reproduzco acá en Memoria a Miguel Otero Silva.



[1]Todas las citas son tomadas de la edición de  Los libros de El Nacional, colección Ares clásicos, p27
[2] Op cit. p108
[3] Op cit. p107
[4] Palenque fue un campo de trabajos forzados donde muchos presos políticos iban a parar, y del cual se decía que no había retorno. 

jueves, 15 de junio de 2017

Cenizas


Esta decadencia es mi hogar

Los ojos ciegos alzan su mirada
señalando el cielo

Buscan una pista de la consolación
el aire que se escapa de los pulmones
el impacto que yace bajo sus cuerpos...

Habito una hora que no es la mía
un sueño que no me pertenece
una realidad que me desconoce

Porque el fuego es el punto de partida

Habito las cenizas de una hoguera que sigue ardiendo.

miércoles, 5 de abril de 2017

Fugas

Todo este tiempo en la intemperie...

El viaje es tan suave como este sueño
Las nubes reclaman la venganza

Y nosotros bebemos de la tierra
las heridas de los nombres

La silueta que perdura como memorial
es la tierra sempiterna
de todos los hombres

La cuna de la desilusión
inunda los ojos

El espacio persigue todas las fugas
sin dejar que ninguna llegue a destino.

jueves, 23 de febrero de 2017

Apuntes sobre cualquier cosa


De vuelta a lo mismo. Uno siempre quiere escapar de esta realidad, pero hay algo que nos ata y nos sostiene de un hilo.

A veces se piensa en las posibilidades de construir un mundo nuevo a través de las palabras. Designar las cosas como si fueran nuevas; pero nos topamos incesantemente con la realidad, y esta a veces aterra.

¿Cómo ser entonces? ¿Qué decir y cómo vivir? Para eso, muchos utilizan un truco. Sí, intentan escapar de su realidad designando una realidad alterna donde a otros les pasan las cosas. Ese es el poder que tenemos. La invención de historias para escapar de nuestra realidad; pero sin darnos cuenta creamos otra realidad alterna, donde los personajes actúan según nuestro designio.

¿Acaso sabrán que son manipulados por otros? Esto hizo Unamuno con su famosa "nivola" titulada Niebla. En ella, el protagonista se dio cuenta que no era otra cosa sino un personaje que hacía todo lo que el escritor se propuso que hiciera; y luchó contra los designios de este.

La manipulación de los personajes nos convierte en sus demiurgos; prestidigitadores que los convierten en seres con una vida dentro de todo un sistema donde ellos funcionan. Alternancia de la realidad, como dirán algunos.

Pero estamos viviendo en una época donde la realidad supera la ficción; pero más que superarla, la emula, o imita. En este caso, el proceso de mimesis se invierte. Sí, no es la ficción la que imita la realidad, al revés: la realidad se hace un retrato exacto de la ficción.

Entonces, podemos imaginar que alguien camina por una calle y la cruza. Vemos el paisaje: tiendas y kioscos y vendedores ambulantes por todos lados. Este personaje, que puede ser cualquiera, se detiene en una panadería y averigua si hay pan. Y ahí comienza su periplo. De panadería en panadería el personaje asemejará el recorrido que hace buscando pan con la mismísima Odisea que cantaba Homero. (Y hasta este punto, sería patético si al pobre le comenzara a llover)

Sabe que si no llega a casa con el preciado producto, su adorada Penélope no tejerá para él los sueños que desea. Pero ¿Qué desea un simple personaje que es semejante a cualquier persona sino pertenecer a otra época y cruzar el océano para no vivir su propia realidad?

Allí va, el pobre, como resignándose a regresar a casa. Pensar en el futuro ya es demasiado, porque lo que le preocupa es el presente. Pero, ¿qué podemos deducir de esta historia?

Sin ser dichos personajes, tal cual somos nosotros indagando entre papeles y libros y conversaciones, tratando de vivir una alternancia. Pero la realidad es dura, y siempre nos golpea y nos maltrata.

Así que vivimos perseguidos por un sueño que no nos perteneció; o simplemente no queremos vivir.

sábado, 28 de enero de 2017

Serenidad

Ese sonido quieto
abundante
vuelve a la calma la inquietud
hace que retornen los fantasmas
y descansen en paz los sueños.

Se abre en medio del día
siluetas paseándose con desparpajo
    -Miradas inquisidoras-

No más promesas vanas

No más amor ni odio
pero sobre todo lo primero
y un poquito más de lo segundo

Y por eso sabes que no soy sentimental
Animal nocturno que se aleja de los espejos.

jueves, 12 de enero de 2017

Transeúnte


Este silencio, una vez más se escapa en un grito.
 Este grito se vuelve eco
Hasta que se esfuma.

Nuestros dedos buscan entrelazarse
pero la muerte es más segura que la oportunidad
de escapar,

¿Cómo sonreír cuando el dolor dibuja su máscara y pretende instalarse para siempre?

Esta herida es más sensible
somos más propensos al borde del abismo
estamos acurrucados en medio de la intemperie.

Estos frágiles huesos ya no tienen donde recostarse
no hay sitios donde descansar
ni existen palabras de alivio

Solo una voz suprema que nos dice que estamos bien
                                                                 estamos bien
                                                                   estamos bien
                                                                     estamos bien
Y se repite constante

Vez tras vez los pasos
vagan ya por una calle,
Una moneda sin valor alguno
zapatos desgastados

y la luz
se convierte en un punto lejano
que se esconde en el horizonte.