martes, 17 de abril de 2012

La vida en la otra vida





A algunos de mis amigos del facebuc los conozco desde hace algún tiempo, otros desde hace muy poco, y otros desde que decidieron agregarme como "amigo". Hay que ver la relatividad en esta complicada red social, donde cada quien publica fotos y caritas felices o tristes, dependiendo del estado de ánimo. Un relato sobre facebuc primero tiene que comenzar con la grafía hispana, pues nosotros deberíamos decir facebuc, en vez de feisbuc... me gusta más decir "facebuc", no le doy crédito a nadie por mi pronunciación ni por cómo se debe decir; que los políglotas se encarguen del asunto.


  A lo que iba, un relato sobre el face, ¿cómo debería comenzar? Una de las ideas puede ser una especie de trhiller, de película de suspenso. Pero no cuadra la cosa. Y cuando digo cuadrar quiero decir encajar (por si los puristas andan por ahí), sobre todo porque no soy bueno para el suspense. 


  Muchos consideran que los chistes es la mejor forma de pasarlo bien, aunque un relato sobre facebuc debería comenzar con la siguiente pregunta: ¿qué significa un estado cuando escriben estados de ánimo? Es una pregunta válida, porque si no, ¿cómo explicaríamos que alguien que escriba lo siguiente :-( tenga consuelo inmediato de unos cientos de internautas que andan fisgoneando y velando por la salud virtual de sus virtuales amigos?


  Una vez, conversando con Parra, él me dijo que él era, o es su perfil en facebuc. Entendí muy bien lo que quiso decir: él no se inventa una personalidad virtual, sino que tal cuál es, lo refleja, no escribiendo tonterías, sino aportando datos de muchas cosas interesantes y siendo él mismo en las conversaciones virtuales. Lo mismo hace cuando caminamos por ahí o hablamos en un café casi que a gritos. En otras palabras, no se inventa nada. Y esa forma de ser en la virtualización de la realidad la llamó con un término muy curioso: transmodernidad. Y es difícil mantener la esencia de uno mismo en un ¿lugar? donde muchos se inventan historias o hasta cambian de personalidad. En resumidas palabras, si es que entendí algo, la transmodernidad es la transposición y la conjugación (como los verbos) del mundo real con el mundo virtual sin perder la esencia misma del ser (a quien le interese, leer Platón). 


  Así, un simple relato sobre el facebuc y sobre mis amigos que allí habitan se convierte en este momento en una cuestión metafísica que un filosofo colombiano resumió con las siguientes palabras en un marco virtual: 


"Y ud, ¿qué hace conectado?"


  Como si todo el mundo cupiera en una computadora y todo el espacio que se habita no es otro que las miles de opciones de ver fuera de la realidad cuando la realidad nos llama a participar en el entorno donde un árbol echa a florecer sus últimas hojas.

domingo, 1 de abril de 2012

Tarde imprevisible

Me niego a pensar que está allí. Es como el cuento de García Márquez que leí por primera vez... la del muchacho que ve todo desde su ataúd, y que sabiendo que está vivo se cree muerto; o ellos lo creen muerto. Es una situación parecida. ¿Qué tal si quiere decir algo antes de irse? ¿De dejar sus últimos recuerdos por escrito, o sacar las fotografías escondidas junto con las últimas barajitas de la infancia, esas que compartíamos y a veces escondíamos porque eran de buena suerte?

  No espero a que todo termine aquí. Tengo una percepción de la realidad de la que el resto de las personas carecen. No, no puedo ver a los muertos. Pero sí puedo recordarlos, y devolverles la vida en un espacio de tiempo: en la memoria. Hay canciones que hablan de ello: "si piensas en mí viviré en ti", o algo por el estilo dice una de las canciones de Mago de Öz. Las intuiciones a veces no son precisas; pero siempre recuerdo ese cuento de García Márquez, y me pregunto cómo será verse a uno mismo desde afuera, desde otro ángulo; incluso sin ser uno mismo y que no nos podamos reconocer en lo que somos o seremos. Teoría de las probabilidades. "No existen las casualidades, sino las causalidades", dicen muchos. Yo creo que existen ambas: no somos dueños del tiempo ni podemos sujetar los acontecimientos. La oblicuidad de la vida, como la podrán llamar algunos. 

Recuerdos de infancia
  Yo no estoy exento de memoria, pero tampoco soy un Funes. Puede que sea un desheredado, el tiempo me ha jugado malas pasadas, y la vida sencillamente ha sido un trajín y un ir y venir con fatigas y desesperanzas. Todavía recuerdo esa tarde de Junio donde nos sentamos a conversar y planificar lo que haríamos en el futuro; ninguno de los dos sabíamos que pronto la oscuridad se cerniría; sí, así en estilo romántico. Porque eso es la nostalgia: romanticismo puro. Cada fotografía se convierte en suceso, en una nueva historia que hay que contar porque la nostalgia olvida, el desamparo olvida... el dolor que nos pertenece y sus recuerdos que ya no son efímeros, sino constantes imperdurables que nos acompañarán hasta que nosotros mismos dejemos de existir.