viernes, 31 de diciembre de 2010

Sobre la lectura o para qué sirve la literatura

 Cómo duele la literatura. A veces paso horas encerrado en una historia, y no hallo cómo salir. A veces creo que es más doloroso estar allí que estar aquí, aunque la verdad a veces no sé dónde estoy. Entonces me aseguro que no estoy en ningún lugar, que tengo que esperar un rato para definir mi ubicación, y mientras eso sucede, recuerdo a Andrea, su voz, ella diciéndome que no sirve para nada, que es mejor habitar este mundo, el real, y no  hacerse ilusiones, y yo le digo que al menos nos da un poco de esperanza, que nos muestra algo de nosotros, no lo que debemos ser, sino cómo somos, aún sin darnos cuenta. Todo esto lo pienso ahora, mientras trato de salir de este libro que me tiene atrapado, que me ha acongojado, y me gustaría decirle a Andrea, esto es literatura, y al igual que el mundo real, la literatura, la buena literatura también duele.

lunes, 20 de diciembre de 2010

En ningún lugar

 Yo quería salir. Ver lo que había en ese lugar. Llenarme del mundo, pero no había nada. Nada. Yo no sé qué pasó en el transcurso de este despertar. Tanto tiempo sin ver las cosas, sin saber si aún existen las sonrisas (vaya eufemismo para nombrar la felicidad). No encontré lo que esperaba. El mundo no es más que la desolación conjunta de todos los que merodean la vida en busca de la felicidad. En otras palabras, el mundo está lleno de tristeza y soledad. Por eso a veces me escapo y me invento mi mundo. Aunque según Andrea, eso no es correcto. Por eso estoy en este relato, yo imaginario, porque no quiero estar allá afuera; no los quiero ver. Andrea tiene razón, y no soy cobarde por ello; todo lo contrario: para habitar dos mundos se necesita de la fortaleza de los que no están en ningún lugar.

viernes, 17 de diciembre de 2010

En torno a una conversación

  De nuevo lluvia. De nuevo el caos. Las historias se dibujan continuamente sobre el asfalto. Algo de alegría; un poco de conversación en torno a una mesa. Los de alrededor se refugian de la lluvia. En la mañana el sueño marca la cadencia del regreso, el fin de la alegría, la plena alegría. Porque volver a la rutina resulta tedioso. Sin embargo regreso. Comienzo de nuevo el ciclo diario, sin vidas ni sonrisas (hablando de sonrisas, ¿dónde estará Jenny? ¿Haciendo qué cosas?) Y veo a la gente de nuevo, como objetos, lugares insignificantes. Una sonrisa a medias, un interés falso, algunas veces auténtico (¿se acordará de mí? ¿sabrá acaso que todavía estoy en el mismo lugar?) Hasta que llega la noche, y la conversación placentera me hace olvidar de dónde vengo; hasta que cierran el lugar y nos vamos (no sé si ella sabrá que yo aún la recuerdo en noches como éstas)

jueves, 9 de diciembre de 2010

El plagiador

 No soy un escritor. Lo descubrí leyendo a otros escritores que dicen escribir, pero que en realidad han escrito todo lo que yo deseo escribir. Me dí cuenta en ese momento que mis motivos para escribir no eran para aportar algo a la humanidad -si es que este pobre pendejo pueda aportar algo- sino para ser como esos escritores que son leídos y famosos y reconocidos. Yo quiero ser de esos escritores que fuman y beben en cada agasajo o en cada festival u homenaje. Pero no. Me conformaré con imitar lo mejor que pueda a los que admiro, y algún día, cuando se mueran, o sus obras sean olvidadas, en ese momento, yo, desconocido e insomne, me vengaré de todos ellos, que nunca me dejaron dormir.

 *Pintura: Mutismo de Ángeles Rogeto.