sábado, 27 de marzo de 2010

1895



Quedamos en la Espera. Ese pequeño bar que sólo unos cuantos entendidos conocen. Digo que unos cuantos porque es un sitio casi oculto, y eso que la ciudad no es tan grande; es más pueblo que ciudad, pero qué se le hace. La vida es apacible y no es tan alborotada. La Espera, bonito nombre. Y lo lleva con toda razón, pues llevo esperando más de media hora y nadie que aparece. La música es suave. Jazz que incita a dormir. El sonido del saxofón cerrando la entrada del piano y callando el golpe de la batería. Permanezco mudo. Escuchando. De repente todo se vuelve una vorágine; la complexión del tiempo que se desdobla y me arrastra y me devuelve de nuevo a la silla, en el mismo lugar; sólo que todo parece diferente. Ya no suena el jazz, sólo un piano tan antiguo y pueblerinos mirándome extrañados, tal vez sorprendidos... y al salir, me sorprendo de que todo haya mudado de lugar. Tal vez eso, todo ha mudado de lugar y no estoy en este absurdo sitio, donde no encuentro un solo auto que me lleve a casa.

miércoles, 24 de marzo de 2010

La ciudad de la furia


Caminamos por la inmensa calle. Sonidos espléndidos. Subimos hasta encontrar la pequeña librería. Era un lugar desconocido, pero al llegar, todos nos identificamos con el sitio. La Ciudad de la Furia, decía en la entrada. Había una cantidad enorme de libros, de ciudades como dijo Andrés. Andrea fascinada por el inmenso estante se sentó contemplando tanta maravilla. Tantos pasos andados y por fin descansar en algún banco, en la otra calle, donde cruzaban los carros y la gente miraba sin sorprenderse de nuestra actitud. Nuestras palabras se volvían ininteligibles, y nuestras preguntas eran frases vulgares. No nos entendían, de repente nos encontrábamos en un sitio extraño, inexplorado, con calles llenas de cafés sin clientes y personas que dormitaban en los parques. La librería, el lugar que buscábamos con ansias no era otra cosa más que una casucha con un montón de papeles gastados. ¿Dónde estábamos? De repente Andrea se topa con un cartel: La Ciudad de la Furia. Librería. 1895.

sábado, 20 de marzo de 2010

Prometeo






Algo que me llama la atención es el comienzo de esta obra, cuando a Prometeo lo están encadenando. El diálogo que surge entre Hefesto y Fuerza muestra la ira y también la compasión. Ira por parte de fuerza, y compasión de Hefesto por Prometeo. He aquí remito algunos fragmentos de la obra, tomando en cuenta el parentesco de los dioses:


Fuerza: vamos, ¿por qué te demoras y te apiadas en vano? ¿Por qué no aborreces al dios más odioso a los dioses, que ha entregado a los mortales tu privilegio?

Hefesto: el parentesco es fuerte, y la amistad.

Fuerza: lo concedo. Pero desobedecer las palabras de un padre, ¿cómo es posible? ¿no temes esto más?

Hefesto: tú siempre eres cruel y lleno de audacia.

¿Qué es más fuerte? ¿A quién se debe obedecer? ¿Qué preceptos hay que seguir en momentos que se tiene que ir en contra de aquellos que tienen cierta relación con nosotros? Es una buena interrogante que Esquilo plasma en este fragmento. Por desgracia, al igual que sucedió con Hefesto, mucho se teme al que ejerce el poder, y por eso irremediablemente se ha arremetido contra amigos, familiares, conocidos. Gran pregunta que hay qué responder. ¿Por qué seguir atando a otros Prometeos? Así está el mundo, así estamos nosotros...






miércoles, 17 de marzo de 2010

Sinergia

Palabras largas. Es el entorno que responde a las llamadas. El sonido de pronto. Todo se acaba. posiblemente encontremos el camino. Posiblemente dejemos los sueños en su lugar. Pero primero tenemos que estar allí. Alguno de los dos. No será posible ocupar todo ese espacio y yo sombra desaparecida, vagaré por rumbos desconocidos, alguna ruta que me acoja sin ambages, y así decir que soy aire fuego tierra. La imposibilidad de estar constantemente en algún lugar y en ninguno a la vez.

sábado, 13 de marzo de 2010

Bailarina

Para Jenny, Bailarina de ilusiones.

Ella pidió un relato... una pequeña historia que la hiciera feliz. Entonces la encuentro bailando, y se me ocurre decirle:"el silencio de mis manos acompaña tu música que bailas en solitario". Pero no lo digo, lo callo. Recuerdo su petición. Y recuerdo las canciones que a ella le gustan; las evoco y las canto. Mientras escribo en el cuaderno algunas ideas, palabras sueltas para escribir alguna historia, recuerdo la historia de Vila Matas sobre el hombre que escribía su novela en el viento. Es algo parecido a bailar sin música, escribir los poemas sobre la arena, saltar sólo por el gusto de saltar y cerrar los ojos y andar descalzos escuchando una melodía que sólo se puede escuchar en el interior. Eso es lo que ella está haciendo. Lo que me hizo prometer que le escribiera, y con un final feliz. Porque me dijo que era una joven que bailaba sola una canción que recordaba en silencio inventandose un momento o una historia que la hiciera feliz. Por eso debo escribir un final feliz; a diferencia de lo que escribo porque siempre escribo cosas sin finales felices; si es que acaso escribo los finales. Es por eso que escribo esta historia, porque esta historia termina con un poema; una pequeña canción escrita en un breve lapso de tiempo que recuerda a una bailarina que danza en silencio, contemplando tardes con colores alegres.


Buscame en la sonrisa
-bailarina loca que regala los besos
al viento-
y baila descalza sobre los
sueños que te entregan
los pájaros
en tardes alegres
de colores

Y si sonríes
como lo haces siempre
la música inundará todo el silencio,
ese que hace danzar a los alegres
en tardes con canciones
desconocidas del alma.

jueves, 11 de marzo de 2010

Tanía

Conocí a Tanía en alguno de esos lugares pocos comunes para conocer a la gente: la calle. Yo iba como siempre, mirando ora hacia el cielo ora hacia el suelo -muy pocas veces miro a la gente que camina alrededor- y me detengo para cruzar la calle. Ella estaba parada a mi lado, y sin más me dijo Me llamo Tanía. Así sin más. No supe qué decir, hasta que después de un breve momento dije Hola. Ella me preguntó cómo me llamaba y le dije Roberto. Me quedé callado, esperando poder cruzar. Ella me dijo que Me gustaba las canciones que yo cantaba y que era una de mis seguidoras más fervientes. Nada más lejos de la realidad. Al tiempo supe que Tanía era estudiante de antropología y que le gustaba escuchar las canciones que yo cantaba. Porque después de aquel saludo me llevó a su casa y nos quedamos buen rato tomando vino y cantando. Hasta la mañana siguiente descubrí que mi felicidad había desaparecido al despedirme de ella bajo un cielo gris y alegre que cantaba con la lluvia y que me decía que probablemente no volveré a ver a Tanía por mucho tiempo.

miércoles, 3 de marzo de 2010

En torno al comienzo de escribir:

Para muchos, al comenzar a escribir, lo más difícil es empezar. ¿Cómo comenzar a escribir un cuento, un poema una novela? En palabras Aristótelicas, hay que comenzar por el principio. Entonces, allí está el escritor, enfrentándose con la hoja en blanco, con todas sus ideas en la cabeza, pero no sabe cómo comenzar. En los cuentos clásicos es muy popular el "erase una vez" o había una vez" y fórmulas con las que los escritores comenzaban fácilmente a narrar lo que querían. Pero ahora, debido a que esta fórmula corresponde más a los cuentos infantiles, muchos se han encontrado en el vacío creativo para comenzar unas cuantas líneas y escribir el comienzo de sus historias. Tal vez eso sea lo más difícil de escribir. Porque dependiendo de las primeras líneas, del primer párrafo depende todo el trabajo que el escritor desee desarrollar en el transcurso de esa obra. Sí, escribir es toda una aventura. Deseemos entonces a todos los escritores suerte en el comienzo de sus obras para que nosotros los lectores disfrutemos de mundos y experiencias muy comunes a las vivencias del mundo real. Total, la mayoría de ellos se basan de nuestra realidad para crear otras alternativas irreales.

Añadido: además creo que los mejores comienzos -sólo diré algunos a mi parecer- los han escrito Kafka, García Márquez y Juan Rulfo. Esto por mencionar sólo algunos. En la Metamorfosis sólo es necesario decir que "esa mañana al despertar Gregorio Sama se había convertido en un horrible insecto" para a continuación comenzar a narrar lo que viene después. Igual sucede con García Márquez en "cien años de soledad", un comienzo totalmente Kafkiano. Y con Juan Rulfo, un comienzo deliberado y apelativo, preguntando por un tal Pedro Páramo. De eso se trata, de comenzar a escribir de tal forma que el comienzo no sea tan cargado, y que el lector pueda, al comienzo de la obra, fascinarse por lo que vendrá. Sin duda hay que leer a los mejores y ver y analizar sus relatos y cómo acoplan toda la historia desde un simple principio hasta un final genial.