domingo, 17 de febrero de 2013

Sobre una tesis o la respuesta a un mensaje de texto


A media noche recibo un mensaje de texto, el cual dice: “Bolaño y el concepto de fuga o el arte de desaparecer”. Por alguna u otra razón estoy vinculado a esa clase de escritores que escriben a lápiz y nunca publican nada y dicen que siempre escriben –lo que es muy cierto en este caso, aunque sólo publique en mi blog y sea leído por dos o tres personas en todo el mundo; lo importante no es que me lean y tenga miles de seguidores, sino escribir por el placer de escribir, como explicaré más adelante. Al leer el mensaje sonrío y pienso en lo que Bolaño representa para una totalidad de lectores, pero sobre todo de escritores que ven su literatura agresiva, intrépida y audaz; pero a la vez sutil y tierna, como un bello poema que uno no quiere que termine.

  Aunque he leído a Bolaño, confieso que no conozco la totalidad de su obra, y lo que dije antes tiene que ver con una visión personal de lo leído; pero a la vez también es una cuestión generacional. Cuando los jovenes descubren, encuentran o se topan con la literatura de Roberto, de inmediato quieren ser reaccionarios; quieren hacer de sus versos bombas molotov que sacudan los cimientos de la literatura y patear el trasero de la crítica y  pasarse todo el canon... bueno, así suelen ser los jóvenes, sobre todo los escritores. No quiero decir con esto que eso está mal; es algo muy bueno, de hecho, porque es la demostración evidente de que lo que leyeron caló fondo en ellos. Lo malo es cuando se quedan allí, estancados en esa búsqueda del universo y del concepto y noción de la literatura, o post-literatura, y resulta que son peores que la crítica que ellos critican.

Conceptualizar la literatura a estas alturas resulta ya un esfuerzo tedioso; sobre todo si se tiene en cuenta lo que se publica en internet (por eso admiro el trabajo que hacen muchos al respecto). Refiriéndose a la escritura, García Márquez escribió en una ocasión que ésta es lo más cercano a la levitación. Escribir es levitar, ir tras la búsqueda de personajes y situaciones; desarrollar una obra, ya sea poema, cuento, novela, microrrelato... eso es andar en fuga, perderse, viajar sentado en el banco de alguna plaza o frente al computador o sentado en una mesa lápiz en mano escribiendo (y luego transcribiendo, como yo). Ese es el arte de desaparecer. Al escribir, se debe desechar todo el canon literario -y no lo digo desde el sector radical "muera la literatura" o eslogans de ese tipo que se leen por ahí. Se debe desechar porque inconscientemente el canon se incluye en lo que se escribe; en otras palabras, incluimos el canon, la teoría, la crítica, en nuestros textos, aunque lo neguemos miles de veces. Nadar a contracorriente no será posible si no se sabe en qué río estamos metidos. Por eso leer es importante; si alguien va a renegar de los clásicos griegos (que es lo común) al menos debe haber leído algo de ellos para saber a ciencia cierta de qué se está renegando, qué es lo que no le gusta de tal movimiento o tal escritor o sobre lo que dice tal teoría... leer, para un escritor es importante. Aunque sea poco, pero leer. Para saber cómo escribir o sobre contra qué escribir. No se es escritor si primero no se es lector, y en el caso de Bolaño, este lo sabía perfectamente. Por eso, escribir, crear, andar en fuga y desaparecer, sin ser Héctor o Áquiles, sin ser un personaje, ni mucho menos escritor; pero escribir, que al final es lo que importa.

viernes, 8 de febrero de 2013

Viajes

"Decir, escribir algo no tiene ningún sentido. Obrar sí lo tiene.
 La más innoble pedorreta del último mulato que trabaja en el astillero,
en las canteras de granito, en las minas de sal, en la fábrica de pólvora,
tiene más significado que el lenguaje escrituario, literario. Ahí, eso,  un gesto el movimiento de un ojo, una escupida entre las manos antes de volver 
a empuñar la azuela, ¡eso significa algo muy concreto, muy real.
¿Qué significación puede tener en cambio la escritura cuando por definición no tiene el mismo sentido que el habla contidiana  hablada por la gente común?"
Yo, El Supremo. Augusto Roa Bastos


Matar las palabras y acabar con el lenguaje. Acabar con el intermitente dolor de cabeza porque el ibuprofeno no hace nada sino incrementar el bendito dolor; y ni siquiera sabe por qué lo llama bendito cuando lo único que hace el maldito dolor es incrementar; y se sorprende por haber escrito de pronto maldito dolor porque eso es lo que siente; y está harto de usar los conectivos pero qué se le hace si son necesarios para hablar le repite David cada vez que le toca el tema, la tecla piensa él de pronto como si estuviera bailando tango, y escribe así, disparando la coma porque le saca la piedra estar borrando a cada rato porque se equivoca y no pulsa el punto; y aquí es donde llegamos, se dice, la ida y vuelta de todo esto, el retorno de pronto a la proximidad finita de lo que puede suceder cuando todo explota y las palabras se dispersan, torre de babel dice David, nada más acertado y equivocado la vez, y entonces piensa en lo que Ros le dijo un día aunque no sabe qué recuerda claramente el poema del viejo Nicolás y las palabras de todos esos que siguen contando y contando... Las palabras no deberían existir, se repite constantemente, mientras Gabriela lo mira burlonamente y David con su sonrisa le dice que deje de pensar en eso... la vida vuela, y tu debes tomar el siguiente vuelo hacia donde quieras ir antes de que tus fantasmas acaben contigo.