viernes, 30 de diciembre de 2011

Gemelas



Para Delia Mariana
O Mariana Delia
O como se llame



La última vez que la vi, le dije a Mariana que escribiría algo para ella. La verdad, el asunto se me ha complicado. Tengo las ideas y los argumentos, incluso la trama. Le comenté sobre ese proyecto –aunque más que un proyecto, es un compromiso– a Delia, y por razones que no entendí, estalló en cólera. Traté de calmarla, pero mis esfuerzos fueron inútiles. Al escuchar sus argumentos, o sus gritos, no pude evitar la carcajada. Sorprendida me miró, me dijo imbécil y tiró la puerta. No sabía cual era el rollo que se traían las dos. No volví a ver a Mariana porque aún no había terminado lo que le prometí. Delia, después de ese arranque me visitó varias veces, y en cada visita se burlaba de mis esfuerzos que aún no habían dado frutos. Le pregunté el por qué tanta socarronería, y burlona, me dijo que Mariana era su hermana: su hermana gemela. La noticia me sorprendió. No pude concebir que ambas fueran hermanas, y mucho menos gemelas. El único parecido que tenían era el color de la piel, del resto, eran incompatibles.

  
Perplejo, le pregunté si era una broma, a lo que me respondió muy seria que no. “Entonces, ¿cómo es posible que, siendo hermanas, yo jamás las haya visto juntas?” –Le pregunté– “Además, ustedes dos no se parecen en nada” Su risa fue sarcástica, y dijo que si yo era muy amigo de Mariana, que le preguntara a ella.
Ilustración de Luis Scafati.
 Durante varias semanas estuve dándole vueltas al asunto. Lamentablemente Delia se fue, pues las clases ya habían terminado y ella aprovechó para irse a la playa o no sé dónde. Quería saber más sobre su historia y la de Mariana. De Mariana, a quien no la vi más –supuestamente se fue para Argentina –obtuve un correo electrónico donde me explicaba que todo lo que Delia me había contado era falso; que ella nunca tuvo una hermana, y menos gemela; que Delia no se llamaba Delia; y que ella se fue porque obtuvo una beca para estudiar en el extranjero y escogió Argentina. Por Último, me pedía, por favor, que concluyera ese relato donde yo hablaba sobre ella y Delia, y de la desaparición de esta. “Tus personajes siempre andan en fuga, como Delia y yo”
 Al no tener ningún otro motivo para escribir, decidí enviarle las notas del dichoso cuento y dejar las cosas así. Me sentí burlado y engañado. “El mundo es pura ficción” leí por ahí. Entonces me di cuenta –por fin –que tanto Mariana como Delia nunca existieron, a pesar de las pruebas. Que ellas no eran ellas. Eran dos impostoras que se aprovecharon de mi ingenuidad, me hicieron escribir, y luego, las dos juntas, se marcharon para burlarse de mi inocencia.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Alucinaciones

Cola de Dragón
Juego con mi imaginación constantemente. Por eso, voy a decir que te veo dibujando tus dragones sentada en la plaza, con el pelo desordenado por el viento, mirando tu libreta, concentrada en tu imaginación. Sabes lo paranoico que suelo ser, y sabes muy bien que me gusta ese retrato ficticio de ti. Puede que te hayas alejado por mi actitud un poco psicótica, puede que en realidad te hayas marchado porque estabas hastiada de esta ciudad, o pueblo, como la llamabas. Aún así, tu actitud despreocupada me hizo entender que en realidad nada estaba bien, que todo era puro espejismo. De ahí mis poemas sobre espejos, porque todos ellos se reflejaban en ti; o mejor dicho, yo me reflejaba en ti. Tuve que inventar historias sobre esos poemas para que no pensaran que yo era un yonqui más de los que se inyectan para escribir. Mis alucinaciones eran reales. Yo era, y sigo siendo, un alucinado. Por eso no necesito de aditivos. Pero todos esos espejos eran tú. Eran tú y yo tratando de entender las cosas; el mundo cuando no sabíamos lo que pasaba en nuestras vidas; nuestra distancia tan cercana se hizo insoportable; y el increíble dragón que dejaste el día antes en que supe que ya no era verdad todo lo que había pensado; pues mi imaginación te creó tan real que huiste asustada con todos mis miedos a cuestas.

martes, 13 de diciembre de 2011

4:30



Tío murió un martes. El reloj se detuvo a las 4:30, hora en que hicieron la llamada. El saberlo fue algo nuevo, pues nunca supe lo que es la muerte, o mejor dicho, perder a alguien. Desde el último día que lo vi hasta el día que me dieron la noticia, yo lo sabía, lo intuía, pues sus ojos suplicaban con llanto  ya no querer sufrir más ese tormento. Varios meses acostado en una cama lo demacraron, y su sonrisa y su fuerza vital desaparecieron. Las únicas palabras que lograba pronunciar eran incongruentes, para nadie tenían sentido, excepto para mí. Porque siempre jugábamos a hablar entre dientes y a murmullos, introduciendo sílabas delante de las sílabas, convirtiendo el lenguaje en ininteligible. Esta forma de hablar la descubrí cuando tenía ocho años, y cuando tío se enteró, se hizo disponible para enseñarme a progresar en el nuevo dialecto. Así nos contábamos cosas. Yo por ejemplo le contaba sobre las malas calificaciones o las veces que me hacía el enfermo para no ir a clases, o cuando me pasaba algo y no quería que nadie más se enterara. De esa manera nos hicimos amigos. Yo sabía lo que sentía tío, y lo que quería. Aunque no quería morir, tampoco quería ver a su vieja sufrir por él; aunque igual sabía que ella sufriría. Por más determinación que tuviera, no pudo luchar más. Se rindió. No soportó el dolor ni la ira, y mandó todo por fin al infierno. Su vida queda como recovecos cambiantes que se expanden en mi memoria. Aún así, mi reloj nunca volvió a marchar y se quedó detenido a las cuatro treinta de la tarde.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Fotografía

Fue más que una expectativa. todos los que miraron las fotos esperaban una conmoción similar a cuando vieron la luz expandirse de manera mágica a su alrededor. Pero no llegaron a comprender que no eran ellos los que salían detrás de esa cámara. Aún así, insistían en pertenecer al mundo real.