Adiós te digo
con la frecuencia de los desesperados
Adiós con el bordoncillo de una guitarra
con el tiempo marcado en mis manos
cada línea vivida
y cada palabra sacada desde el fondo de una botella
Adiós a la miserable mirada
triste que me regalabas cuando estabas sobria
cuando tus manos cubrían mi pecho
sin suspirar
y tomabas tu camino
La vereda llena de locura
sin regreso.
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