viernes, 6 de agosto de 2010

Ferrocarril


Espero sentado en la vereda. Espero el paso del ferrocarril. Con la música estridente que sale del bar. Las cosas van sucediendo una detrás de la otra, como parlanchina, sin descanso alguno. Los bailarines se dan cuenta de mi desvarío, pues salto sin seguir el ritmo de la música. Qué más da, no sé bailar. Igual me quedo extrañado de tanta extrañeza; no es un insulto no saber bailar. Pero igual no me entienden. El andén está vacío. Me dicen que el tren no pasará sino hasta mañana, que mejor me quede a esperarlo y que pase la noche con ellos. La música sigue su curso; yo por mi parte, trato de mirar los rostros que me acompañan. No me queda otra, debo quedarme. Todos aquí se ven tan felices, y tan contentos, que pienso que a lo mejor sería bueno quedarse para siempre. Aunque advierto, luego, de que tanta felicidad no es verdadera. Es un instante, una noche. Muchos gritos, muchos besos, muchos abrazos. Sólo una noche, porque al llegar la mañana, descubro, de pronto, que todos estamos de paso, estamos todos esperando en la estación el ferrocarril que sabemos que nunca llegará.

2 comentarios:

Marcela dijo...

Suelo soñar con trenes. En serio, sueño mucho con trenes. Quizás este relato explique que está queriendo decir mi inconsciente. Ahora recuerdo también la tristeza que me dio ver una estación abandonada, en un viaje que hice hace varios años, y en esa estación había un hombre sentado (no esperaba el tren, supongo, solo estaba sentado allí) pero fue casi una metáfora de esas esperas inevitables en la vida.
Me gustó mucho este relato.
Besos.

Edu dijo...

Para mí los trenes son metáforas de viajes y cambios, y también de olvidos... aunque yo no sueño con trenes como tú, Marcela, siempre he pensado que un tren significa quizás un adiós, un hasta nunca, pero no un hasta luego. Y quedarse varado en una estación, sin poder regresar, es precisamente eso: la imposibilidad de volver. Gracias por tu comentario.