sábado, 14 de agosto de 2010

Tiempo


El tiempo tan arreciante. Es una pequeña cápsula que vuelve loco al más sabio, pues es un elemento tan corto que no se puede descifrar. Y tan sútil también. En tan sólo un minuto el mundo se estremece. En sesenta segundos pasan tantas cosas que a veces es imposible asimilarlas. Yo puedo contar los sucesos transcurridos en tan corto espacio de tiempo: un grupo de señoras discutiendo sobre los alimentos en la plaza mientras en la panadería un indigente pide algo de comer; en la esquina de la farmacia una pareja se abraza mientras que en la otra esquina un hombre y una mujer discuten acaloradamente; en el restaurant de enfrente un niño se queja por la comida mientras a su lado el señor de lentes lee un libro de Kafka y un borracho se le acerca para recitarle el cuento de la metamorfosis a cambio de un plato de sopa. Todo esto lo veo desde aquí, mientras camino. Y supongo que ellos hacen lo que dije porque lo imagino antes de que lo hagan. Y el tiempo borró todos esos momentos. Cabe preguntarse, entonces: ¿fueron reales los acontecimientos? Me quedo con la duda y sigo mi camino, hasta llegar al ocaso.

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