Muerte, me quejo de tu rigor,
pues me has arrebatado a mi señora
y no te consideras saciada
si no me tienes lánguido:
desde entonces no he tenido fuerza ni vigor;
pero ella, ¿en qué te perjudicaba viviendo
Muerte?
Eramos dos y no teníamos más que un corazón;
si ha muerto, es fuerza que yo muera,
en verdad, o que viva sin vida,
como las estatuas, en apariencia
¡Muerte!
François Villon. El testamento. Versos 978-989
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