domingo, 1 de abril de 2012

Tarde imprevisible

Me niego a pensar que está allí. Es como el cuento de García Márquez que leí por primera vez... la del muchacho que ve todo desde su ataúd, y que sabiendo que está vivo se cree muerto; o ellos lo creen muerto. Es una situación parecida. ¿Qué tal si quiere decir algo antes de irse? ¿De dejar sus últimos recuerdos por escrito, o sacar las fotografías escondidas junto con las últimas barajitas de la infancia, esas que compartíamos y a veces escondíamos porque eran de buena suerte?

  No espero a que todo termine aquí. Tengo una percepción de la realidad de la que el resto de las personas carecen. No, no puedo ver a los muertos. Pero sí puedo recordarlos, y devolverles la vida en un espacio de tiempo: en la memoria. Hay canciones que hablan de ello: "si piensas en mí viviré en ti", o algo por el estilo dice una de las canciones de Mago de Öz. Las intuiciones a veces no son precisas; pero siempre recuerdo ese cuento de García Márquez, y me pregunto cómo será verse a uno mismo desde afuera, desde otro ángulo; incluso sin ser uno mismo y que no nos podamos reconocer en lo que somos o seremos. Teoría de las probabilidades. "No existen las casualidades, sino las causalidades", dicen muchos. Yo creo que existen ambas: no somos dueños del tiempo ni podemos sujetar los acontecimientos. La oblicuidad de la vida, como la podrán llamar algunos. 

Recuerdos de infancia
  Yo no estoy exento de memoria, pero tampoco soy un Funes. Puede que sea un desheredado, el tiempo me ha jugado malas pasadas, y la vida sencillamente ha sido un trajín y un ir y venir con fatigas y desesperanzas. Todavía recuerdo esa tarde de Junio donde nos sentamos a conversar y planificar lo que haríamos en el futuro; ninguno de los dos sabíamos que pronto la oscuridad se cerniría; sí, así en estilo romántico. Porque eso es la nostalgia: romanticismo puro. Cada fotografía se convierte en suceso, en una nueva historia que hay que contar porque la nostalgia olvida, el desamparo olvida... el dolor que nos pertenece y sus recuerdos que ya no son efímeros, sino constantes imperdurables que nos acompañarán hasta que nosotros mismos dejemos de existir.

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