lunes, 20 de diciembre de 2010

En ningún lugar

 Yo quería salir. Ver lo que había en ese lugar. Llenarme del mundo, pero no había nada. Nada. Yo no sé qué pasó en el transcurso de este despertar. Tanto tiempo sin ver las cosas, sin saber si aún existen las sonrisas (vaya eufemismo para nombrar la felicidad). No encontré lo que esperaba. El mundo no es más que la desolación conjunta de todos los que merodean la vida en busca de la felicidad. En otras palabras, el mundo está lleno de tristeza y soledad. Por eso a veces me escapo y me invento mi mundo. Aunque según Andrea, eso no es correcto. Por eso estoy en este relato, yo imaginario, porque no quiero estar allá afuera; no los quiero ver. Andrea tiene razón, y no soy cobarde por ello; todo lo contrario: para habitar dos mundos se necesita de la fortaleza de los que no están en ningún lugar.

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